La música ha acompañado al ser humano desde el comienzo de su historia, contiene abundantes manifestaciones que permiten identificar cada región, pero también permite generar expresiones en la manera de pensar, de momentos, costumbres y sentimientos. Y claramente, esto tiene relación con aspectos políticos, económicos y sociales que han rodeado la historia territorial. Comencemos por decir que la mayor manifestación artística de Colombia es su diversidad musical, contamos con más de 1000 ritmos folclóricos, entre ellos, el bambuco, el pasillo, la guabina, la cumbia, el vallenato y el mapalé. El desarrollo musical ha sido, a lo largo de nuestra historia, fundamental para el desarrollo de las sociedades, es importante añadir que esta, no solo trasmite símbolos y valores culturales, sino que también, refleja otros aspectos de cada sociedad, las preocupaciones sociales, las necesidades, las relaciones interpersonales, situaciones de violencia y los cambios que suceden en el entorno, problemas o situaciones constantes, hasta los ritmos típicos son el reflejo de cada región en Colombia.
Por ejemplo, la región del Caribe nos ha dejado grandes composiciones. Cuando Lucho Bermúdez compone “Prende la vela”, en el año 1938, las élites de nuestro país rechazaban este tipo de ritmos tropicales, y esto se traducía al desprecio de las minorías por el pueblo. Esta canción ha tenido múltiples intérpretes, pero entre ellos, la más reconocida artista folclórica importante de Colombia es Toto La Momposina. Quién no ha cantado “Colombia tierra querida himno de fe y armonía. Cantemos, cantemos todos grito de paz y alegría”, también canción compuesta por el maestro Bermúdez, que con dificultades familiares y económicas desde su niñez tuvo que ser parte del regimiento militar y con ello aprender a tocar diferentes instrumentos, y posteriormente incursionar en la fusión de ritmos.
Recordemos que la costa Atlántica fue un punto clave de contacto y partida en las expediciones conquistadoras y área de fomento del comercio, es donde se centran varios intérpretes y mayores exponentes de la música tradicional colombiana; es por ello la variedad de ritmos ubicados sobre la misma región, El Bullerengue, El Mapalé, El Porro, El Vallenato que por lo general cuentan con instrumentos similares para su composición, el tambor, las palmas, la caja o tambor, las maracas.
Por otro lado la música de la región Andina colombiana hace honor a la flauta, el tiple, la trompeta, la guitarra, los platillos y el tambor, instrumentos que nos traen esos ritmos tradicionales. En aquella época, cuando las estaciones de radio empezaron a difundir estos ritmos que iniciaron su gloria con las creaciones de Jorge Villamil, Pedro Morales Pino, José Alejandro Morales o Álvaro Dalmar, la música andina cobró mayor reconocimiento e importancia además de convertirse en ejemplo de identidad nacional. La transmisión de la cultura que gira alrededor de la música andina colombiana se ve repotenciada por un acercamiento desde lo contemporáneo al legado del pasado, donde ambas visiones se entremezclan para dar un nuevo sentido a la tradición, al entenderla no como elemento rígido e inamovible, sino como una concepción que se transforma al compás de las nuevas generaciones; apropiándola, actualizándola y viviéndola desde su cotidianidad para darle sentido dentro del panorama social de un territorio.
De hecho, una gran intérprete de la región Andina, con el Bambuco, es “La negra grande de Colombia”, Leonor González Mina, hija de una familia de esclavos, que, en un momento de su vida, se rebelaron contra sus amos, y sí, es referente de identidad cultural y una de las embajadoras del folclor de nuestro país. Como también lo es Delia Nicolasa Zapata Olivella conocida como la “mamá Yeya”, su propósito fue mostrar esa Colombia olvidada, lo que hace parte de nuestras raíces y de nuestra identidad nacional, contribuciones indígenas, campesinas y afrodescendientes.
Foto: https://www.vanguardia.com/“La carranga es hoy un testimonio querendón de mi paso por la vida”
No se puede hablar de la música tradicional colombiana sin hablar del maestro Jorge Velosa, veterinario de profesión, que encontró en la Carranga la oportunidad de contar los cuentos compartidos por los campesinos de la región de Cundinamarca y de Boyacá. Canciones como “La cucharita”, “La china que yo tenía”, “Julia, Julia, Julia”, entre otras, se han convertido en himnos de la música popular campesina que mezclan lo cotidiano, teniendo en cuenta la creación colectiva y personal.
¡Ay… mi Llanura! es uno de los Joropos más conocidos y autóctonos de nuestra cultura, su cantautor Arnulfo Briceño nacido en la región Andina, abogado de profesión, que encontró en los llanos colombianos su inspiración musical tal lo hizo como Wilson Orlando “El Cholo” Valderrama, maestro de música llanera o joropo y primer cantautor en ganar un Grammy Latino, nacido en Sogamoso, Boyacá y que por motivos de violencia de la época, su madre tuvo que desplazarse de ciudad a Casanare, es de allí que adquiere la destreza en las labores propias de los llanos y del campo.
Es momento de dar un vistazo a la actualidad, con la región Pacífica, quien ha adoptado ritmos como el hip hop, reggae jamaiquino y pop. Para no ir tan lejos, el grupo ChocQuibTown ha mezclado estos ritmos con los típicos de nuestro folclor, un grupo que le está abriendo puertas a propuestas emergentes que buscan visibilizar sus problemáticas y vivencias a través de la música.
Como vimos en este recorrido, la gran variedad de músicas tradicionales de nuestro país se debe a las influencias culturales a las que nos hemos visto expuestos a lo largo de la historia nacional. Aparte de esta fusión externa de costumbres también está la mezcla cultural entre regiones y esto se debe a la gran migración por el conflicto interno en nuestro país y a que las grandes ciudades tuvieran millones de desplazados y consigo trajeran su cultura y sus vivencias. Todos estos ritmos y canciones, dejan a lo largo de la historia, experiencias, situaciones, relatos de paisajes, momentos coyunturales que hacen parte de nuestra identidad, han permitido que las minorías tengan grandes logros y ser vistos a nivel nacional e internacional. No permitir que nos la arrebaten es parte de nuestra labor como pueblo, como nación.
El aporte de la Orquesta Filarmónica de Bogotá en el fortalecimiento de los valores y esencia de las músicas tradicionales colombianas
Precisamente, en esta ardua labor de preservar y consolidar nuestras músicas tradicionales, la Orquesta Filarmónica de Bogotá siguiendo su propósito central de cultivar y enriquecer la ciudadanía con la interpretación y enseñanza de nuestro nutrido y diverso repertorio por medio de la música sinfónica y el canto lírico, ha luchado incansablemente por ser un referente musical y educativo en Colombia gracias a sus procesos de formación musical y por la diversidad y acogida de su repertorio.
Como parte de la red de orquestas juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, se encuentra la agrupación filarmónica de música colombiana, que bajo la dirección del maestro Jorge Andrés Arbeláez Rendón, desde el año 2020 constituye un espacio de aprendizaje y primera práctica profesional, además de promover la difusión y apropiación del repertorio representativo de la música andina colombiana, innovando y creando nuevas versiones que evidencian las diferentes posibilidades interpretativas de este género.
De la misma manera, Bello destaca otro acierto de la Orquesta Filarmónica, la orquesta de cuerdas pulsadas, donde las bandolas, los tiples y guitarras son los instrumentos protagonistas que entonan los bambucos, pasillos, guabinas y los valses representativos de nuestra región andina colombiana.
Es así como la Orquesta Filarmónica de Bogotá ha realizado su valioso aporte en la consolidación de la música tradicional colombiana fomentando académica y musicalmente este género que lleva en sus letras las vivencias y experiencias que han forjado parte de la historia de nuestro país. Sus valores han sido baluartes a lo largo de su existencia y el derecho a la cultura ha sido la base fundamental de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.